Salió temprano, como de
costumbre. Tomó el mismo camino y se dirigió al mismo lugar de siempre. Al
final del trayecto permaneció indeciso frente al letrero de la bifurcación:
Hacia la derecha, el futuro. Hacia la izquierda, el pasado. Frunció el ceño y
pensó que el presente aunque árido y tedioso le daba cierta estabilidad a su
monótona vida.
Al día siguiente lo mismo,
pero esta vez se sentó en la orilla del sendero y al poco rato se quedó
profundamente dormido, a tal grado, que no se percató que el Tiempo quien iba
apresurado en dirección al futuro, se lo había llevado de paso. Cuando despertó
y se vio frente al espejo, descubrió que ya era un anciano.
Salió temprano, como de
costumbre. Tomó el mismo camino y se dirigió al mismo lugar de siempre. Al
final del trayecto permaneció indeciso frente al letrero de la bifurcación:
Hacia la derecha, el futuro. Hacia la izquierda, el pasado. Frunció el ceño y
pensó que no estaría mal quitarse algunos años, así que finalmente tomó una
decisión. Se enfiló por el camino del pasado. Como estaba muy oscuro, no se dio
cuenta de un acantilado y calló de bruces por un espantoso despeñadero.
Cuando recogieron sus restos,
comentaron los rescatistas, ¡Al fin hemos encontrado su cadáver! Este hombre ha
permanecido por más de 30 años en las profundidades del barranco, sus
familiares estarán felices de poderle dar al fin, santa sepultura.
El tiempo es esa herida que sana la muerte. Original relato con final inesperado. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario María. Saludos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario María. Saludos.
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