MI PRIMER POEMA



Verano de 1958
Monterrey N.L. México.

Cuando éramos pequeños, mis padres solían llevarnos al Centro Asturiano Español. Las mamás se reunían en un salón cerca del grupo de niños que se entretenían con juegos propios de aquella época y los papás se concentraban en otro salón donde tenían servicio de bebidas. Yo había estado jugando con algunos niños al juego de las sillas. Para quienes no lo recuerden, les diré que se colocan tantas sillas como niños menos uno.

Si éramos diez niños, se colocaban nueve sillas. Las sillas se disponían en hilera pero se alternaban de modo que quedaban alineadas asiento, respaldo, asiento, respaldo etc. Al ritmo de la música dábamos vueltas alrededor de la sillas y cuando la música se detenía, todos tratábamos de sentarnos, el que no lograba sentarse, se salía del juego. Sólo quedábamos otro niño y yo, cuando paró la música, a punto de sentarme, agarré la silla con fuerza y el niño en su intento se cayó al suelo. Y ¡claro! me descalificaron a mí. Después del incidente, las mamás organizaron otro juego que me pareció muy aburrido y me fui al salón donde estaban los señores.

En una de las mesas estaba mi papá con otras personas que observaban atentamente a un hombre mayor bastante circunspecto. A mí me llamó la atención el señor porque sus ojos notoriamente veían en direcciones opuestas. Un mesero había traído bebidas y botana y yo aproveché la situación para quedarme muy bien portada junto a mi papá. Algunos de los señores hablaban al mismo tiempo hasta que se hizo el silencio. El hombre de marcado estrabismo, quién tenía unos papeles entre sus manos, de inmediato comenzó a leer con tal tono de voz, que sentí que algo a nuestro alrededor vibraba notoriamente. Su voz aunque grave era muy melodiosa, y sus palabras estaban llenas de una musicalidad que embriagaba a tal grado que sentí deseos de llorar.

Después me dijo mi papá que ese señor era el gran poeta español PEDRO GARFIAS y que el poema que había leído se llamaba:


 “CUANDO ME TIRO DE NOCHE…”

Cuando me tiro de noche
en el ataúd del lecho
que es menos duro que el otro
porque ya sabe mis huesos,
me pongo a mirar arriba
los astros de mis recuerdos.
 
Aquél que se abrió de pronto
cuando todo era misterio.
El otro que se apagó
antes de sentirse abierto.
 
A veces grito iracundo:
aquí me falta un lucero,
aquí me sobra una estrella.
¿Quién hizo este firmamento?
 
Una voz piadosa dice
que no es cielo si no techo.
—Por mi vida, grito yo,
dejadme saber mi sueño.
Donde yo pongo los ojos
todo es cielo—.

Ese glorioso día descubrí la poesía.

Una semana después intentaba escribir algo que pudiera ser tan sonoro y emotivo como el poema de Pedro Garfias, pero lo único que lograba era garabatear palabras sin sentido sobre una hoja en blanco. No podía concentrarme porque a lo lejos se escuchaba música de un radio que alguien tenía a todo volumen. Así que me metí a mi refugio favorito: el closet. Era un cuarto lo suficientemente amplio como para sentarme sobre unos almohadones con las piernas bien estiradas. Había resuelto el problema del ruido, sin embargo, la ropa frente a mí que colgaba de los ganchos, alejaba mis pensamientos de algunos de los versos que aún recordaba con vívida intensidad.

Me levanté y desplacé hacia ambos lados la ropa dejando sólo a la vista la blanca pared. Nuevamente me senté entre los almohadones y cuando me disponía a escribir algo se fue la luz. Cerré los ojos con fastidio y cuando los abrí, algo espectacular, colorido y animado se movía en la pared. Entre aterrada y sorprendida, trataba de entender lo que mis ojos veían. Después de un rato, no daba crédito, incluso traté de ponerme de cabeza porque la imagen que reconocí estaba al revés. Era una visión exacta de la ventana de la recámara, con todos los detalles que siempre solía ver a lo lejos y, el nítido paisaje de un árbol frondoso moviéndose por el viento.

Sin apartar la vista de la pared, me dí cuenta que una figura se movía en esa especie de insólito cinematógrafo. Era Manuela al revés, la muchacha del aseo que había entrado a la recamara. Estuve a punto de reírme cuando se abrió la puerta del closet. ¿Qué haces aquí, y por qué tienes tanto desorden? No terminaba de hacerme preguntas cuando le dije, ve la pared. ¿Qué vea qué? La pared. Pero en la pared ya no había nada, seguía siendo tan blanca como siempre.

Esa reveladora imagen fue el impulso creativo que me permitió descubrir la solitaria compañía del quehacer literario que me ha acompañado toda mi vida.

A la edad de doce años escribí mi primer poema:


UN MUNDO AL REVÉS
 
El viento mueve las hojas
de un frondoso árbol
y a lo lejos
las casas están al revés
todo
absolutamente todo
está al revés.
 

La ilusión de mi cinematógrafo me duró algún tiempo, hasta que en la secundaria, estudiando la materia de física, en el capítulo de óptica, descubrí que mi refugio favorito era una cámara oscura, o un gigantesco ojo donde la luz del sol al entrar por la ventana, actuaba como el cuerpo luminoso y la cerradura de la puerta era el orificio por donde los rayos luminosos penetraban oblicuos, invirtiendo la imagen que era proyectada en la pared.

DORMIRÉ ENTONCES



Adormece la luz en la desnuda fronda
el viento marchita las flores de los sueños
se derrama de verde el camino
con un purpúreo dolor de encrucijada.
 
Aguas mágicas evocan el fuego
de una silenciosa tumba cubierta de sombras,
titilantes luceros permanecen atrapados en la noche
y niegan la muerte que a su paso llora.
 
Despiertos los astros se desploman
sobre el mundo cubierto de bruma,
gris suplicio que se vuelve eterno,
gélidas ruinas construyen la memoria.
 
Olvidar… tal vez sería posible
más la historia se repite
marcando con sangre la piedra
que se jacta de ser condescendiente.
 
Perecederas mis manos
atrapan del vacío la nada
y evocan con nostalgia la esperanza
de un sentido que nos brinde la alegría de las formas.
 
Dormiré
tal vez… entonces
un profundo sueño
en la noche más hermosa del olvido
que destierre para siempre este recuerdo.
 

DOLOR DE CADA DÍA



Mansedumbre…
amaneceres de sombras
tormento de un sol atribulado
tinieblas del viento
negrura que se adhiere a la nostalgia
pesadumbre de un vacío silencioso.
 
Dolor de cada día
hambre que se sacia
con migajas
frío que se cubre
con escombros
infierno fatigado de pesares
perenne congoja
cadavérico averno del tiempo.
 
Dolor de cada día
mancha del infortunio
entreverada en la nada
en la ausencia de quién lo olvida
y lo pasa de largo
como el aire cotidiano irrespirable
donde sangran los ríos
que lavan las penas del pasado
y nutren inmutables
los desvelos fortuitos del mañana.
 

SILENCIOSO PAISAJE



Vaga en el paisaje
de lejano puerto
un laberinto caprichoso
que me incita
con agua embriagadora
a beber el cristal
caudaloso de los mares.
 
Y sublime
en el centro
un pequeño farol
apenas encendido
se suspende del firmamento
donde el silencio
envuelve la monotonía
jubilosa de las constelaciones.
 
Indiferente
me observa
dormido entre las flores
un sueño
que a veces sueño
en un lejano puerto
cuando tocan los clarines
de viajeros horizontes.
 
Y yo te veo
y te pienso
y te sueño
en el paisaje
del lejano puerto
de agua embriagadora
que a veces bebo
cuando en mi sueño
el cristal caudaloso
de los mares
vaga dulcemente
en mi silencioso paisaje.

 

¿DÓNDE SE HA IDO EL ENANO?



¿DÓNDE SE HA IDO EL ENANO?





Examina la primera imagen con 15 enanos. Está dividida en tres partes Si cambiamos de lado las dos partes de arriba, solo nos quedan ¡14 enanos! ¿Dónde se ha ido el enano que falta?

...Einstein dio una buena explicación y analogía con la vida real acerca del significado de la palabra cuántica y cuantos. En su libro “La física, aventura del pensamiento” dice que por ejemplo en una mina de carbón la producción puede variar en un modo continuo, si aceptamos cualquier unidad de medida por más pequeña que sea, es decir podríamos decir que se produjo un granito más de carbón que ayer. Lo que no podemos hacer es expresar la variación de personal en forma continua, no tiene sentido hablar de que se aumentó el personal en 1,80 persona, es decir la medida de la cantidad de personal es discreta y no continua.

Otro ejemplo, una suma de dinero solo puede variar de a asaltos, discontinuamente. La unidad mínima para el dinero es el centavo. Decimos entonces que ciertas magnitudes cambian de una manera continua y otras de una manera discontinua o discreta, o sea por cantidades elementales o pasos que no pueden reducirse indefinidamente. A estos pasos mínimos e indivisibles, se los llama cuantos elementales de la magnitud en cuestión. Es evidente que al aumentar la precisión de cómo se realizan las medidas de cualquier tipo de magnitud, unidades que se consideran indivisibles dejen de serlo y adoptan un valor aún menor. O sea ciertas magnitudes que se consideran continuas pueden tener una naturaleza discreta.

El fragmento del texto anterior que alguien publicó en Internet y que conservo desde hace tiempo me parece un buen argumento para tratar de explicar el tema de la desaparición del personaje en el genial diseño de Pat Patterson, aunque fue Sam Loyd, (1898) quién se internó por primera vez con gran habilidad y extraordinario ingenio en el meollo de estos sensacionales enigmas. En efecto, la cantidad relativa a las personas es discreta, es decir discontinua. Aunque tratándose en este caso de un diseño gráfico pareciera que aquí el concepto anterior carece de veracidad. No obstante no es así, Si alineamos tal cual como se ilustra en el siguiente diseño las fotos de 14 amigos nuestros y hacemos el corte y el desfasamiento del sector superior observaremos efectivamente que hay 15 personajes, de los cuales ninguno es conocido nuestro porque lo cierto es que al hacer el corte central y el intercambio de segmentos las 14 personas originales ya no existen, ahora hay 15 personas mezcladas en dos fragmentos de cuerpos notoriamente modificados.

Sin embargo, esta experiencia de pasar de un concepto real (las fotos) a una percepción abstracta nos permite percatarnos de que tanto la primera como la última figura carecen de sustento inferior como superior, es decir: la primera es autónoma sobre la línea de corte y la última es autónoma bajo la línea de corte. No obstante, y observe con atención, ambos sectores (en el de 15 personas) superior e inferior, cada uno contiene 14 elementos, algunos muy sutiles, pero esto evidentemente NO se ha modificado. Incluso en el diseño de una diagonal menos pronunciada haciendo un doble desfasamiento podríamos hacer “desaparecer” a dos individuos.






Otra sencilla explicación tomada de la mano de las matemáticas sería suponer que en el caso de la primera figura (14 elementos) el punto de origen para comenzar a contar a los enanos es desde el primer personaje. En el segundo gráfico, también comenzamos a contar desde el primer personaje, salvo que aquí el conteo termina en otro sector espacio-tiempo, el desfasamiento de ambos sectores se ha modificado incrementando los elementos reales. Ahora son dos sectores espacio temporales los que intervienen en las relaciones del nuevo diseño y le corresponde a nuestra percepción cualitativa y cuantitativa maravillarse de este fenómeno que como explica la física cuántica en los seres humanos no se puede dar. Sin embargo, nuestro cerebro y nuestra capacidad intelectual son capaces de crear este tipo de situaciones espacio temporales y quiero creer como un vestigio de algo que quedó en la memoria del universo y que pronto estaremos en la capacidad y posibilidad de rescatar.

PERIFERIA DE UN OCASO


 
Veo sin remordimiento
que la triste vida
fluye
En la periferia de un ocaso.
 
Y así
acontecen mis días
sin tribulaciones
en el mar de oquedades
que se lleva la corriente
tumultuosa de los seres.
 
Más esta dimensión
de vientos silentes
que opaca
la sustancia etérea
se aleja vertiginosa
a otros firmamentos
menos densos
más iridiscentes
de lunas eternas
en el cálido sopor de la memoria
que todo lo contiene.

 

EL RITUAL DEL AGUA



Se desliza líquida
como una fuente
que nace en las tinieblas
solitarias de tu cuerpo
el agua fresca
sedienta de tu piel.
 
Y bebe
ávida
la geografía
de tu desnudez crepuscular
en los amaneceres
de latitudes tormentosas
como los días de lluvia
con el aroma impregnado del musgo
y la bruma del rocío matutino
que se precipita
gota a gota
sobre la límpida pureza
del agua.
 
Como un cuenco
de aromas
son las manos
que te contienen
en las flores campana
y las orquídeas violeta
para beber
como fresco cántaro
la dulzura del almíbar
que baja de la montaña
serpenteando entre las rocas.
 
Bajo el follaje verde
a la sombra
de un paraguas del paisaje
los hongos blanquecinos
se dispersan en la humedad
del trémulo encaje
que se viste del otoño silvestre
con el agua del manantial
cuando se evapora
la nube gris
sobre la tupida fronda.
 
Llueve
la húmeda savia
que engendra la vida
en la tierra mojada
los días interminables del estero
mientras las aves acuáticas
esperan que escampe
el ritual del agua
para devorar en las charcas
los infaustos cadáveres.
 

TEORÍA DEL CAOS


 
Nacer
Vivir la vida
Hacer el amor
Ver el tiempo pasar
Morir.
 
Todo le pertenece
a la teoría del caos.
 
Esos comportamientos impredecibles
alojados en un mínimo espacio
registran la existencia
de todos los acontecimientos
vividos
ignorados
ajenos
apenas presentidos
en el fiel registro de la memoria
de la energía
de la materia
de todos los sistemas dinámicos
caóticos de nuestro ser.

EL RITO


 
SONETO
 
Es de tu espejo, la luz de agua ahíto
albor que se refleja en la deidad
candela que estremece en vanidad
con canto alegre cuando inicia el rito.
 
Y como un cristal se humedece el mito
cuando la sombra envuelve la ciudad
con el reloj de mar la claridad
el cielo azul que mana al infinito.
 
Es la música un plácido universo
de amantes que suspenden en el cosmos
el placer que se oculta en el reverso.
 
E implora el ave al sol que abrazamos
como un suspiro en el cristal del verso
el vasto sueño que un día anhelamos.

BREVE ROMANCE



El amor es como el día
a veces lleno de sol
y otros tan nublado como el gris plomizo
de las hojas que mueren en el árbol
cuando el viento las arrincona
entre los vericuetos intransitables
de mi triste desconsuelo.
 
Es tu ausencia
en el breve romance
capullos renacidos como el fulgor de la noche
que adormecen bajo el ímpetu de la carne
cual terso almizcle de un perfume
que empieza lentamente a desvanecerse.
 
Vestidura de marfil impenetrable
de frío semblante
en el tiempo de la vigilia
donde danzan alrededor del fuego
faunos y medusas
máscaras ocultas de un pasado
que exhala la sombra de los fantasmas
entre las rendijas del recuerdo
de un paisaje de hirientes visiones.
 
El amor es como el día
a veces lleno de sol
de un sol que se refleja en el espejismo
matinal de la aurora
donde duerme el ropaje mutable
de un soplo esculpido en la niebla
presagio de un jardín
luz tallada en el fuego
de un cristal perene
marejada de sueños que contienen
el crepúsculo precario del tiempo
que siempre muere al caer la tarde.
 

AMOROSO PAISAJE



Amoroso paisaje
que a mis ojos te nombra
suspiro verde de las acacias
reflejo irresistible
casi ámbar
casi luz
en el espejo fugaz
del cristal de la mañana.
 
Tintinean las voces
del rocío
con gotas perladas
como tus húmedos besos
profundo sueño
de las noches frías
de las estrellas templadas
con el fuego de una caricia
que se enciende al pie de la hoguera
y se apaga
cuando inicia el alba.

 

MÁGICOS Y DIABÓLICOS


Artículo publicado en la revista "Fases" en septiembre de 1989
en Veracruz, Ver.


¿Quién no ha sido alguna vez víctima del irresistible encanto de los cuadrados mágicos?

Recuerdo aquella ocasión cuando pretendía encontrar una nueva “cara” para mi “caleidoscubo” (juego matemático constituido por 16 cubos que, integrados en una base cuadrada, permiten la formación de seis planos o superficies de 16 recuadros cada una, en las cuales se plantean acertijos de composición específica y variable solución)

Cinco de las caras del caleidoscubo tenían diseños que, obedeciendo a las reglas de los espacios polivariantes, permitían encontrar diversos atributos de forma, figura y color, sujetos al reordenamiento de los 16 recuadros integrados en la superficie de un módulo de 4X4 cuadros.

Un ejemplo de esto lo podemos ver en la cara denominada “Los dos colores” si intercambiamos respectivamente los cuadros de la fila 3 a la fila 4 y los de la fila 2 a la fila 1, encontramos de manera sorpresiva que la figura básica ha cambiado de color.


Diseños similares presentaban las cuatro caras restantes y para completar la sexta cara del caleidoscubo pensé que resultaría interesante elaborar un sencillo diseño exclusivamente con números. Así y sin saberlo, me iniciaba en ese momento en el fascinante mundo de los cuadrados mágicos.

El planteamiento consistía en colocar números enteros del 1 al 16 respectivamente, en cada uno de los recuadros de tal manera que, sumando cuatro números determinados dieran siempre 34. ¿Por qué 34? Porque sumando cada uno de los números del 1 al 16 dan 136 que divididos entre 4 resulta lo que será la constante 34. Ahora sólo faltaba encontrar la solución que permitiera satisfacer esta constante en el mayor número de variables lógicas repetidas en todas sus simetrías posibles, el resultado fue el siguiente:


(Cada una de las horizontales, verticales y diagonales, más cada una de las cuatro letras iguales suman 34. Observe la posición de las letras iguales y su arreglo en el módulo 16, encontrará que presentan una estructura lógica y armónica en el interior de los 16 recuadros)

Encontré 28 arreglos lógicos, en los cuales cuatro números estratégicamente posicionados en el módulo satisfacían la suma de 34. Me disponía a buscar otra alternativa capaz de aceptar un mayor número de posibilidades cuando casualmente me encontré con la página 97 del libro “El hombre que calculaba” del autor Malba Tahan, donde hablaba de los cuadrados mágicos y diabólicos.

Me impresionó sobremanera encontrar algo que yo planteaba como una idea original. Naturalmente lo tomé con calma. Me senté tranquilamente y leí los siguientes fragmentos: “…Es oscuro el origen de los cuadrados mágicos. Antiguamente se atribuían a ciertos números propiedades cabalísticas y, era muy natural que vieran cualidades mágicas en la especial característica que poseen estos cuadrados…”

Los matemáticos chinos que vivieron 45 siglos antes de Mahoma, ya los conocían. Los antiguos magos de Persia pretendieron curar aplicando un cuadrado mágico en la parte enferma, siguiendo el conocido principio: “primum non nocere”. Sin embargo, es en el terreno de la matemática donde el cuadrado mágico constituye una curiosa particularidad.

Cuando un cuadrado mágico presenta ciertas características como, por ejemplo, ser susceptible de descomposición en varios cuadrados mágicos, lleva el nombre de hipermágico. Entre los cuadrados hipermágicos se pueden citar los diabólicos. Así se denominan los cuadrados que continúan siendo mágicos cuando trasladamos una columna que se halla a la derecha hacia la izquierda, o cuando pasamos una línea de abajo hacia arriba.

Mi intención había sido honesta, no obstante el hallazgo en vez de desilusionarme me entusiasmó muchísimo, y a partir de ese momento, mi interés por los cuadrados mágicos se volvió un reto.

Pasaron un par de semanas cuando tomé mi libreta de notas. Me dispuse a observar detenidamente el acomodo de los números que había encontrado para los 16 recuadros del caleidoscubo y descubrí con pesar que la solución correspondía simplemente a la de un cuadrado mágico. En ese momento me pregunté si habría sólo una solución que lo caracterizara como diabólico. Me intrigaba hondamente cómo una persona tan remota, seguramente tan misteriosa como el cuadrado mágico, hubiera llegado a tan excelsa combinación y armonía numérica.

Sin encontrar respuesta a mis preguntas, me quedé viendo fijamente la figura del cuadrado diabólico de loa página 97. Al principio los números no me decían nada parecía como si hubieran sido colocados sin guardar entre ellos relación alguna. Mas al poco rato, una sensación de “tono” saltó a la vista. Pares de números “pesados”, guardaban equilibrio alternado con pares de números “ligeros”, de tal forma que, si los números fueran estructuras geométricas, estas quedarían entrelazadas magnéticamente en una estrecha unidad integradora.

Así apareció ante mí el recuadro de oscuro origen y remotas propiedades cabalísticas. De inmediato procedí a analizar el valor numérico de los pares y sus relaciones de equilibrio entre ellos.


 
 El acomodo de los pares de números “ligeros” con el de los pares de números “pesados”, se presenta tanto horizontal como verticalmente de forma alternada en ambas direcciones, con lo cual se establece una estrecha e inquebrantable simetría de valor unificadora. Esto es más fácil suponerlo si nos olvidamos por un momento del valor numérico del cuadrado, y pensamos que los pares de números son piezas independientes factibles de ensamblarse. O mejor aún, pensemos que los pares de números son colores, esto quiere decir que necesitaremos cuatro colores diferentes para colorearlos, por ejemplo:

* Amarillo para los pares de números “ligeros” horizontales.
* Azul claro para los pares de números “ligeros” verticales.
* Rojo para los pares de números “pesados” horizontales y
* Rosa para los pares de números “pesados” verticales.

Al producirse la mezcla de los colores que se superponen se obtiene el siguiente diagrama.


A simple vista tenemos que se ha establecido un equilibrio dinámico del color, y por si esto no fuera suficiente, los datos del tercer cuadro nos muestran los colores comportándose como números pareados en cuanto al valor numérico, que se sujetan fuertemente a una recta imaginaria, la cual pasa siempre por el centro. Número y color, en ambos casos, fundamentan el equilibrio dinámico e integrador de la magia del diabólico cuadrado.

El cuadrado mágico-diabólico acepta 86 combinaciones lógicas en la sumatoria igual a 34, y éstas se pueden incrementar tantas veces como se muevan las columnas o filas al extremo opuesto. Todo esto puede ser muy interesante, sin embargo, aún quedan pendientes dos cuestiones: a) ¿Cómo se pudo llegar a tan excelsa combinación y armonía numérica? y b) ¿Existe sólo una solución para el cuadrado diabólico? Quizá esto no lo llegue nunca a saber, (*) pero al menos pretendo encontrar una relación de cómo pudo haber ocurrido.

Acomodemos los 16 números de la siguiente manera: del 1 al 8 en fila corrida, y debajo de ellos respectivamente de derecha a izquierda, del 9 al 16 como se ve en la siguiente figura.


Si trazamos arcos de unión concéntricos entre pares de números, y estos a su vez los relacionamos diagonalmente con los de la segunda fila, de tal manera que se alteren las uniones diagonales, podemos observar que se dan automáticamente los pares de números “pesados” y los pares de números “ligeros”. Ahora, ¿cómo saber qué pareja tomar primero para acomodar en el cuadrado? Parece lógico escoger primeramente el par central, que se llevará con él a sus acompañantes diagonales. Inicialmente hemos colocado los primeros cuatro números en el cuadrado. El siguiente paso es “equilibrar” el procedimiento anterior, por lo tanto, los elegidos son el 16 y el 9, que son los opuestos extremos inferiores, y éstos “jalarán” a su vez a sus diagonales correspondientes.

Hemos colocado ya ocho números en el cuadrado. A continuación, siendo congruentes con esta misma lógica, tomamos los pares extremos superiores que se llevarán consigo a sus diagonales y, finalmente, terminaremos tomando de manera opuesta que al principio el par central inferior, que también “jalará” a sus correspondientes diagonales. Y así, todo queda bellamente engranado, magistralmente místico, sensacionalmente mágico. O si usted lo prefiere, digamos que se intuye en todo esto, la microscópica armonía, fuerza y magnetismo de todas las estructuras numéricas del universo, o simple y llanamente la innata capacidad creativa del hombre.

¿Cree usted que hay sólo una solución para este cuadrado diabólico? Sería una pena suponer que sí. ¿No cree? Pues hay otra solución, tan encantadoramente diabólica como la de la página 97. Fue fácil llegar a ella. Se me ocurrió acomodar ahora los números pares en fila corrida del 2 al 16, y debajo de ellos, respectivamente de derecha a izquierda los números nones del 1 al 15. Tracé arcos de unión, repitiendo exactamente el mismo procedimiento. Cuando los 16 números quedaron colocados en el cuadrado, pude comprobar que obedecían al acomodo de un hermoso y sencillo cuadrado diabólico, hijo legítimo del hipermágico original.


LOS FRUTOS DEL TIEMPO

Unos meses después, cuando la felicidad del cuadrado mágico de 16 casillas se volvió nostalgia, me propuse retomar el tema y decidí buscar la solución del cuadrado mágico de 25 casillas. Y para mi fortuna o para mi desgracia, en esta ocasión nunca llegué a tener una página X que me auxiliara en tan abrumadora pero excitante empresa.

Lo primero que se me ocurrió, es suponer que los números deberían guardar entre sí una simetría cartesiana, donde el 13 estaría obligadamente en el centro. (Es obvio que ahora la constante de la sumatoria es 65 y que el número de combinaciones será mayor) El razonamiento de la simetría cartesiana fue gratuito, ya que se daba solo, es decir: si analizamos la siguiente figura, vemos en el ordenamiento natural de los números del 1 al 25 del cuadrado, 20 combinaciones lógicas posibles, las cuales satisfacen la constante 65.


Sin embargo, faltaban algunas sumatorias verticales y horizontales, lo que me hizo suponer que cambiando algunos números y conservando entre ellos su original simetría cartesiana, todo quedaría resuelto. Pero esto no ocurrió así de fácil. Tampoco era factible recurrir al razonamiento empleado en la solución del cuadrado mágico de 16 casillas, ya que este modelo requiere emplear series de números pares y series de números nones.

Insistiendo con la idea de la simetría cartesiana en la siguiente figura podemos observar el 13 aislado del conjunto de pares de números, por lo que le asigné a este número el punto de origen del eje de coordenadas, por su parte, los números pares podrían ser colocados en lugares opuestos equidistantes al eje. De tal manera que existiera entre ellos una simetría cartesiana.


A partir de este momento todo fue cuestión de mucha paciencia. Finalmente apareció el cuadrado mágico de cinco casillas, pero desalentadora y simplemente mágico. Por lo tanto, fue necesario descartar el método anterior.


Después de unos días de darle vueltas al asunto, una afortunada y sencilla idea me condujo finalmente al hallazgo del tan anhelado cuadrado diabólico. En principio, opté por reducir al máximo posible la inmensa cantidad de combinaciones que existen en el ordenamiento de los 25 números del cuadrado. El método de la simetría cartesiana había reducido considerablemente la cantidad de combinaciones, al trasladar pares de números, desafortunadamente, el sistema pareado de la simetría cartesiana no cumplió con el objetivo fundamental, y por lo tanto, era necesario encontrar un artificio que permitiera disminuir al máximo el excesivo trabajo que genera la inmensa cantidad de combinaciones en el ordenamiento de los 25 números.

La idea del artificio no se hizo esperar. Y es así como surgió el cuadrado diabólico de las cinco vocales. Como es de suponer, en el cuadrado de las cinco vocales no hay que sumar nada sólo se requiere encontrar siempre las cinco vocales en cada uno de los lineamientos que determinan una secuencia de combinación lógica. Esta característica se da al menos en 30 secuencias lógicas.


A partir de este momento, empleando el artificio del cuadrado de las cinco vocales, el trabajo se redujo notablemente. Los números del 1 al 25 corresponderían a vocales arregladas de la “A” a la “U” en cinco secciones, como se ve en la siguiente figura que denominé: Tabla Básica.


  En la figura de la izquierda está representada la Tabla Básica (cuadro superior) y la Tabla de Ajuste de Coordenadas (cuadro inferior). A la derecha el cuadrado de 25 casillas que estamos formando. 
 
Para completar el correcto funcionamiento de la Tabla Básica, requerí de otro esquema que me indicara cuáles lugares del cuadrado eran ocupados en sus respectivas coordenadas. A este gráfico lo denominé Tabla de Ajuste de Coordenadas. Con estos elementos se puede ya iniciar la búsqueda del cuadrado diabólico de 25 casillas. Veamos un ejemplo: Para llenar los números de la fila “f” el cuadrado de las cinco vocales nos dice que debemos tomar primero una “A”. Tenemos cinco números “A”. Tomemos arbitrariamente el que corresponde al 21-A, e indicamos este valor con un recuadro en la Tabla Básica, y con un círculo de color en la Tabla de Ajuste de Coordenadas, marcando su posición tanto en la columna “a” como en la fila “f”.

Finalmente, colocamos el 21 en el primer recuadro del cuadrado que estamos formando. La segunda letra del cuadrado de las cinco vocales es la “i”. Volviendo a la Tabla Básica, nos dice que las “i” de las cinco secciones están disponibles, pero la Tabla de Ajuste de Coordenadas nos indica que el lugar de la fila “f” de la última sección se encuentra ocupado, por lo tanto debemos tomar la “i” de cualquiera de las otras cuatro secciones.

Cuando solamente falta un número para completar una fila o una columna, es necesario hacer la sumatoria que determine el número que resta para la constante 65, si dicho número no ha sido ocupado, se puede seguir adelante.

Con este sencillo procedimiento y un poco de paciencia, obtuve finalmente el tan anhelado cuadrado diabólico de 25 casillas. ¿Sencillo, verdad? ¿Por qué no intenta usted encontrar el cuadrado mágico-diabólico de 36 casillas? Créamelo, es divinamente mágico y encantadoramente diabólico.

(*) Algunos años después, cuando internet se encontraba en sus inicios, encontré una extensa publicación con todos los cuadrados mágicos y diabólicos para el cuadrado de 16 casillas.  

AL SON DE UNA COPLA



SONETO
 
Será cuando llegue la primavera
de mi cuerpo fugaz este deshielo
sueño que aligera del canto el vuelo
luz del alba que un día yo perdiera.
 
Romperá la noche de añil certera
el nevado rostro que como un velo
de blancas aves perfumando el cielo
hallarán la estrella que nunca muera.
 
Yerto cristal del mármol me contempla
sol de roca que el fuego descongela
agua de mar que gélida se templa.
 
Como una ráfaga ingrata que me hiela
las sombras ríen al son de una copla
la dicha del amor que mi alma anhela.

 

EL JARDÍN DE LOS LUCEROS


 
¿Recuerdas cuando florecen
del barro las mariposas
en el jardín de los luceros?
 
¡Aquellos cántaros llenos de flores!
como suaves campanas que tocaron el cielo
bajo la sombra fugaz de los almendros.
 
Caricias moldeadas en el torno de tus manos
arcilla dúctil de tus besos
sueños bruñidos en la tierra de antaño.
 
Ánforas que guardan la luz del recuerdo
cuencos de sándalo
morteros de fuego.
 
Canto de un pájaro
que se rompe en la noche
pedazos de nardos… aromas del tiempo.

FRACTAL DEL TIEMPO


 
Espejismo suspendido en el fractal de una onda
paisaje abrupto, sahumerio de un abalorio,
canto rodado en la infinita curvatura del espacio-tiempo.
 
Se escucha silencioso el azul del cosmos
como aire de espigas movidas por el tedio
bajo las gélidas tormentas compactadas de nube y polvo.
 
Decantada turba de arcaicos atardeceres
donde germinan y sucumben las estrellas,
inmortales despojos de un espejo roto.
 
Vetustos sueños de una dimensión umbría,
baluarte que arroja sus brazos elípticos
como tentáculos hambrientos que mueren en el abismo de los cielos.
 
Superficie calcinada en la memoria de un suspiro,
beldad arrinconada en las cautivas sombras
que esperan impasibles la agonía amatista de las órbitas.
 
¡Oh memoria de mi pensamiento!
fractal del tiempo
letargo adormecido en la holgura contumaz del universo.

 

LAS SEMILLAS DE BARICOKE



Fragmento de la novela Sincronía
 
Georg Ancarola no tardó en enterarse del incidente, y tan pronto como le fue posible en uno de sus viajes de negocios a Italia, adquirió para regocijo y sorpresa de su hija una exquisita selección de teselas. Durante varias semanas Gadea abrió meticulosamente la caja que contenía los pequeños mosaicos policromos pero para decepción de todos los habitantes de la hacienda que esperaban la inminente aparición de una prodigiosa obra de arte, tan sólo pudieron observar como la niña se limitaba a ver las piezas durante largo rato.

Habían pasado algunos meses y como Gadea no dio muestras de ningún don artístico extraordinario ya nadie esperaba al respecto ninguna sorpresa. Cierto Día Gadea no asistió a su habitual recorrido por los talleres de la hacienda, circunstancia que le extrañó mucho a Melissa pero creyendo que la niña estaría con su abuela no le dio ninguna importancia hasta que llegó la mismísima Apel a la factoría de fragancias preguntando por su nieta.

-Gadea no ha venido para nada –dijo Melissa desconcertada.
-¿Cómo, no está contigo? -Preguntó Apel.
–No, pensé que estaría aquí. Cómo agua va salieron las dos mujeres a buscar a la niña. En cinco minutos habían movilizado a todos los peones y mujeres de la hacienda que daban gritos de Gadeeeeeeeeea por todos los rincones. Ante la alharaca Epifanía que había visto a la chiquilla salió al encuentro de Apel quién se dirigía presurosa, abriéndose atropellado camino por entre las plantas crecidas de berenjena.

Pensó que seguramente Gadea estaría en el huerto de naranjos subida hasta lo alto de la rama de un árbol cavilando sobre la espesura de la fronda, o tal vez meditando en las perfectas líneas que se dibujan a la distancia en los terrenos del plantío y que suelen reunirse todas a lo lejos en un mismo punto, o en cualquier otra cosa que ella con frecuencia solía inquirir y que siempre obtenía por parte de su abuela como única respuesta un “no debes hacer preguntas de las que solo Dios conoce la respuesta”.

Apel pensaba en su intrépida carrera que ya era necesario ponerle un correctivo a su nieta, tal vez suspenderle sus visitas al taller sería un buen castigo. Idea que desechó al instante porque estaba segura que sería desaprobada por su hermana Melissa.

-Ama, ama -le gritó la esposa de Giraldo- la niña Gadea está junto al granero. Apel le gritó a lo lejos a Melissa quien de inmediato se movilizó seguida de un tropel de curiosos. La primera en llegar fue Apel, le siguió Melissa y en un santiamén, junto a las dos mujeres, prácticamente se había congregado toda la hacienda. –Gana el rojo -decía Gadea- que sentada en el suelo arrojaba unas semillas de albaricoque sobre una especie de tablero que había hecho con las teselas. Todos en silencio la escuchaban mientras veían como después de arrojar las semillas pacientemente contaba los colores que habían sido tocados por las ovaladas pepitas mientras que en otro tablero parecía registrar los resultados.

De nuevo arrojaba las seis semillas que chocaban acompasadas sobre el teselado haciendo un ruido compacto, tenue y seco. Gadea suspiraba muy callada, y presto veía las semillas sobre la retícula colorida. Satisfecha, sin perder de vista el marcador -exclamó– amarillo, azul. Indicó los colores de su tablero en la guía del marcador y anotó en un pedazo de tela cruda unos números. Hasta ese momento descubrió que estaba siendo observada por todos los de la hacienda. Los miró sorprendida y sin más, ajena a lo que pasaba se levantó del piso. –No me toquen nada -dijo con gran elocuencia, voy al taller de fragancias y cuando regrese lo quiero todo igual.

Como Gadea había tomado la costumbre de jugar en el piso del granero al “baricoke”, nombre que discurrió para su peculiar pasatiempo y dado que el otoño comenzaba a despedirse con un vientecillo un tanto frío y húmedo Apel mandó pegar en la superficie de una mesita las 81 teselas del juego tal cual había sido inventado por su nieta. Además la solícita abuela le pidió al ebanistero que realizara un pequeño taburete de superficie un tanto inclinada donde debía pegar tres líneas de 9 teselas todas de diferente color. Las líneas quedaban paralelas una sobre otra separadas tan sólo de una palma de distancia. Sobre ellas, Gadea ponía marcas que indicaban el registro y cálculo para cada turno. Una caja con cubierta contenía las teselas sobrantes de todos los colores. Dos sillas completaron el espacio lúdico infantil que junto a la ventana del salón de costura resultaba un espacio verdaderamente acogedor. De tal modo, a media tarde, Gadea se aferraba en delirantes contiendas con su peculiar juego y para beneplácito de ella, siempre ganaba.

A Georg no le agradaba la idea de ver a su hija de tan sólo 5 años vivir una infancia tan retraída, frecuentemente le solicitaba a Apel y a Melissa, incluso a Catalina su circunstancial esposa y supuesta madre de la niña para que motivaran su interés por compartir otra clase de juegos en compañía de otros niños. Pero los intentos por parte de las mujeres de relacionar a Gadea con infantes de su edad habían fracasado, simplemente la nieta de Apel optaba por ignorarlos.

El hijo de Apel permanecía cada vez menos tiempo en la hacienda, sus frecuentes viajes dedicados a la banca y al comercio lo mantenían siempre ocupado, no obstante, trataba de permanecer al menos algunos días de cada mes con su madre y su hija. Así, un día, bien entrado el invierno mientras Apel hacía una labor con hilos de seda en un bello entramado con encaje de bolillo veía con nostalgia a su hijo Georg quién disimulaba leer cómodamente un libro, apoltronado en un mullido sillón, no obstante, con el rabillo del ojo el banquero seguía cada uno de los movimientos de Gadea que parecía hablar con alguien imaginario con quién seguramente jugaba al baricoke.

Sin pensarlo más, se acercó a Gadea y le dijo: -¿Puedo jugar?
-Bueno pero tienes que aprender –contestó Gadea-
-Si tu me enseñas yo puedo aprender.
-¿Ves todos estos cuadritos de colores? -Preguntó la niña a su papá.
-Si los veo, son ochenta y uno y hay de nueve colores diferentes, y todos juntos en ese hermoso arreglo que les has dado, forman tu mosaico.
Gadea suspiró y dijo: -hummmm… bueno, voy a tirar las seis semillas sobre el tablero. Las arrojó justo del centro como si ya tuviera marcada la rigurosa distancia entre su mano y las teselas.
–Ahora pon atención a los colores que han tocado las semillas.
 –Dijo con un tono flemático. Georg observó durante un par de minutos el arreglo de las semillas.
-¿Ya las viste? –preguntó Gadea.
  -Si, ¿ahora que debo hacer?
-De esta cajita –dijo acercando una caja que contenía teselas de los nueve colores. -Debes escoger tres colores diferentes que creas caerán en la próxima tirada –e inmediatamente agregó- Yo también escogeré mis tres colores.
 Hecho esto, tomó las seis semillas del tablero y las arrojó de nuevo.

Ambos clavaron la vista en las teselas finamente pegadas en la mesita de ébano que remataba por los cuatro lados con un pequeño borde de la misma madera tallada. Un ligero vistazo fue suficiente para que Gadea dijera con aplomo: -Perdiste, yo gané dos puntos.
-¿Perdí? –Apenas alcanzó a decir Georg.
-¿Por qué perdí? -Agregó inmediatamente.
-Tres semillas han caído en amarillo, dos en verde y una en azul claro –dijo la niña mientras señalaba con su dedito cada una de las semillas.
-Tú escogiste el rojo, el naranja y el violeta.
-Ya veo –reconoció Georg- En cambio tu…
-Yo escogí blanco, negro y verde ¿ves?
-Si.
-Y como han caído dos verdes, gano 2 puntos
-Tuviste suerte, mucha suerte, bueno probemos de nuevo.
Gadea tiró nuevamente las semillas después de que ambos habían seleccionado sus tres colores. En el tablero las pepitas de albaricoque señalaban dos rojos, un azul claro, dos naranja y un blanco. Gadea había escogido rojo, naranja y negro y su papá amarillo, azul fuerte y violeta. Gadea ganaba nuevamente pero en esta ocasión se anotaba cuatro puntos.

Georg supuso que el asunto de ganar o perder radicaba en la forma de arrojar las semillas, así que le interpeló a Gadea el deseo de arrojarlas él.
-Si quieres –dijo escuetamente la niña- Georg tomó las semillas y las frotó ligeramente entre sus manos, después de calcularlo un poco, colocó la mano derecha al centro del tablero y a corta distancia dejó caer las seis pepitas. Georg había seleccionado el negro, el azul claro y el naranja. La niña el blanco, el verde y el violeta. En el tablero habían quedado de la siguiente forma las semillas, una en rojo, otra en verde, una más en el azul claro, dos en el blanco y finalmente una en el violeta. Aunque Georg había acertado un color, Gadea ganaba nuevamente con cuatro puntos.

-¿Y siempre ganas? –le preguntó el hijo de Apel con cierta curiosidad.
-Casi siempre
-¿Y con quién juegas?
-Con nadie.
-¿Entonces a quién le ganas?
-A las semillas –dijo sencillamente Gadea quién se levantó presurosa de su silla cuando vio a su tía abuela entrar a la habitación.
-Tiitameli, tiitamel le dijo y la abrazó.

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QUIÉN PUDIERA




Quién pudiera inventar un jardín
de no me olvides
azucenas
lirios y zarzas
ensartados en el collar de mil luceros
que inundaron los aromas del huerto.
 
Quién pudiera decir adiós
y olvidarte bajo la luna que se oculta
entre las nubes del tiempo
cuando vuelan las mariposas junto a la flor
y se nutren los campos
de frondosos sueños.
 
Quién pudiera teñir de verde
la luz del sol
ilusión azul
gris desconsuelo
brisa del mar que se aleja con la tarde
y se posa en el espejo de agua
que devora la sed de tu recuerdo.

 

¡DEBISTE DARME TU FOTOGRAFÍA!


SONETO
 
¡Debiste darme tu fotografía!
Hoy de tu rostro sólo permanece
rocío de la aurora que amanece
como un rasgo en el hielo la grafía.
 
Y en tus ojos el negro de porfía
con la noche en la bruma que acontece
el perfil de la luna se estremece
en resplandor que al astro se confía.
 
Y el olvido que en viento se convierte
en follaje de un árbol persevera
la sombra que no puede retenerte.
 
Mas todo me parece en la rivera
como el canto del agua que se vierte
en la faz que mi mano te libera.

SUSTANCIA LUMINOSA


 
DÉCIMA
 
Agua clara y silenciosa
que bebo de lo profundo
azogue con que me fundo
en sustancia luminosa.
sed que sacia deliciosa
la imagen en el espejo
del mar se queda perplejo
junto a la faz del destino.
místico sol clandestino
fantasma de mi reflejo.

LA MEZQUITA EN LA ISLA DE MALLORCA



Fragmento de la novela SINCRONÍA
 
Cuando Georg cumple un año, los gemelos celebran su primer lustro y Joaquím arriba a su tercer aniversario, motivo por el cual el matrimonio Ancarola organiza una ferviente incursión a la ermita de Sant Miquel donde dan gracias al Cristo de piedra y a la virgen Negra por la salud y bienestar de sus cuatro hijos y por todos los dones y bienes recibidos. Melissa y Apel dejan que los niños jueguen en la explanada del santuario al cuidado de Ulrich y Giraldo, el leal sirviente de la familia mientras ellas disponen las viandas que han llevado para tal ocasión. El día transcurre placenteramente y antes del atardecer parten los paseantes de regreso a la hacienda. El rechinar rítmico de la carreta y el trote lento de los caballos arrulla a los niños quienes se han quedado profundamente dormidos en los brazos y las piernas de ambas mujeres.

Al internarse en la franja del acantilado Ulrich aminora el paso de los animales, en esa zona es tan tupida la fronda de los árboles que prácticamente nunca penetra la luz del día. Por unos instantes se hace total oscuridad, y en el silencio del crepúsculo vespertino se escucha claro el rumor de la cascada apenas atenuado por el rastro sigiloso de la carreta. Repentinamente, se escuchan gritos e improperios de hombres encolerizados, la penumbra y más adelante una curva del tortuoso sendero no les permite ver casi nada. Giraldo da tremendo saltó del galerín y en escasos segundos se encuentra al pie de la curva atisbando a lo lejos, Ulrich lo observa cauteloso desde el carromato que ha detenido apresuradamente. Sólo Melissa se percata de los hechos y mantiene la calma para no alarmar a su hermana ni a los pequeños quienes pernoctan en la parte trasera de la carreta.

El griterío y las voces por unos minutos se violentan y después de un breve silencio se escucha el estruendo de un objeto pesado rompiendo de cuajo las ramas de los árboles. Instantes después el galopar de caballos en retirada devuelve el aliento al sirviente que le hace señas a su patrón para que éste avance. Al llegar al lugar de la escena descubren incrédulos que entre las ramas que vuelan sobre el acantilado se halla milagrosamente suspendida una galera. Diligente y con sobrado arrojo Giraldo baja un poco más de medio metro hasta alcanzar el carruaje. Una de las ruedas aún gira mientras las otras tres han quedado atrapadas entre dos enormes troncos que lanzan sus arreboladas frondas al despeñadero. Abajo el mar en completa calma parece anhelar impaciente la caída violenta del armatoste que sostiene en vilo un baúl y el cuerpo de un hombre salvajemente herido.

-Hay un hombre, parece que está muerto. Anuncia a gritos Giraldo.
-Apel se ha despertado y reza en voz baja para que la virgen Negra se apiade del alma de tan infortunado ser.
-Debemos recoger su cuerpo para darle santa sepultura agrega Melissa al tiempo que busca las sogas con las que su cuñado suele amarrar las canastas de la mercadería.

Atan las cuerdas a la carreta que Melissa avanza meticulosa mientras que Ulrich y el sirviente bajan asidos de los troncos llevando en el otro extremo de la soga una parihuela improvisada con la que izan el cuerpo ultrajado del desconocido. Cuando lo depositan sobre el meandro descubren que al hombre aún le quedaba un aliento de vida para implorar humildemente y por el amor de dios por sus escasas pertenencias.
-El baúl... -balbucea el hombre entre gemidos y muecas de intenso dolor.
Ulrich ve caer la noche y lo peligroso de la empresa, no obstante, sin pensarlo más, Melissa y Giraldo bajan por los troncos de los árboles hasta la galera donde se mece calmosamente el arcón. Sujetada fuertemente por el mozuelo Melissa alcanza una empuñadura del baúl que al acto sujeta anudándolo con firmeza a un extremo de la cuerda. Ulrich jala desde arriba y en un abrir y cerrar de ojos que a Apel le parece un siglo, todos quedan a salvo y con el baúl rescatado apresuran el paso hacia la hacienda.

Pamela sintió un golpe en el estómago y tal resequedad en la garganta que se levantó del sillón para prepararse un poco de café. En unos minutos regresó a la estancia con una tasa humeante de la aromática bebida. De nuevo se arrellanó cómodamente en el sofá y continuó ensimismada la lectura.

Cuando llegan a la propiedad el esposo de Apel decide instalar al maltrecho hombre en una abandonada mezquita que se encuentra en el linde de sus vastas tierras. No sabiendo quién es el desdichado personaje ni porque ha sido víctima de tan brutal ataque, obliga a Ulrich a tomar precauciones, además el amo de la hacienda conjetura erróneamente que el anciano de talante bastante decrépito y en tan lamentable estado no vivirá ni un par de días. El señor Ancarola dispone también que el moribundo deberá quedar al cuidado de Melissa quién no manifiesta objeción alguna al respecto.

La vetusta edificación que habrá de servir de refugio al presunto desahuciado prácticamente se encuentra en ruinas, había sido construida durante la ocupación musulmana siglo y medio atrás por mandato del célebre monarca Amir al-Yusuf como un refugio de oración, paz y confort. Hecha de grandes bloques de piedra arenisca era originaria de la época en que el dominio árabe había reinado sobre la isla de Mallorca.

Comandados por Jeremy Ancarola y un tropel de cuarenta hombres fuertemente armados con yelmos, escudos, hachas de guerra y algunas espadas damasquinas, tomaron por sorpresa la mezquita dando muerte a los nueve místicos sufíes que se encontraban en ese momento haciendo oración. Los cuerpos de los musulmanes fueron colocados uno junto a otro en el piso de una espaciosa galería ubicada frente al patio central del oratorio donde se vertía el agua cristalina de una fuente. Un par de naves se comunicaban en el interior de la galería teniendo como único acceso una puerta tallada de madera que la caterva atrancó cuidadosamente por fuera.

Ante el éxito de la impetuosa embestida. La pequeña hueste de Ancarola y el mismo Jeremy se embriagaron hasta el amanecer bajo la protección de un puñado de guardias apostados en puntos claves de la mezquita, sin omitir evidentemente, la encumbrada cúpula de la torre del alminar. Pasados dos días del brutal atentado, Ancarola ordenó hacer una impresionante pira donde se les prendería fuego a los cadáveres y para sorpresa de todos los ahí presentes, al abrir la galería, esta se encontraba totalmente vacía, sólo un ligero olor a almizcle y una aterradora sensación de frío y humedad permaneció en ese sitio durante varias décadas, inclusive algunos trashumantes de la región montañosa aseguraron haber visto con sus propios ojos el alma en pena de uno de los místicos vagando tras las arcadas del segundo piso.

De tal modo el egregio señorío de la estirpe de los Ancarola se construyó bastante alejado de la zona devastada de oración árabe, y ahora Melissa traía supuestamente a bien morir en este reducto abandonado y misterioso a un individuo del cual no sabía ni siquiera su nombre.

Pero Prinio Corella decide no morir a causa de las múltiples fracturas y lesiones propinadas en casi todo su cuerpo como cada cual había presagiado, inexplicablemente una fuerza superior le permite al anciano burlar no tan sólo a la muerte sino también a sus despiadados agresores que por orden explícita de su –presumible protector- el abad Jacobo de Grinaldi, debieron darle muerte.

Aunque su recuperación es lenta el infortunado “doctor absolut” sabe indicarle a Melissa los enigmáticos preceptos a seguir en la compleja y paciente elaboración de pócimas, grasientos emplastos, amargos brebajes, bálsamos milagrosos y aromáticos ungüentos que ella misma prepara con tal superioridad que hubiese sido capaz de provocar la envidia de cualquier sanador experto.

Cada tercer día la joven limpia el cuerpo del anciano con un linimento alcanforado en hojas de plántago cuidando de no humedecer los lienzos que envuelven las fracturas previamente recubiertas de un seboso emplasto amasado con tres tipos diferentes de hiervas, huevo y migajas de pan mojado, que en menos de tres días había endurecido lo suficiente como para mantener al Magister Prinio Corella prácticamente inmóvil. Del mismo modo Melissa provee los alimentos del anciano escalfados con porciones generosas de legumbres, vegetales, frutas y abundante jugo de naranja. Con cierta eventualidad incluye en la rigurosa dieta del Magister algo de pescado, almendras y aceitunas verdes, pero lo que nunca falta en la cesta de los víveres es una exquisita porción de queso de cabra, una hogaza de pan de centeno recién horneado y un vaso de vino tinto de Malvasia. Todo esto sin omitir los brebajes y remedios que el mismo Corella sé auto prescribe cuidando de observar meticulosamente los pasos del arte y la ciencia con que Melissa en nombre de Dios modestamente prepara.

No habían pasado ni tres meses de su pronta recuperación y ya el doctor absolut recorría de palmo a palmo cada uno de los recónditos espacios de la vetusta mezquita. Apoyado de un bastón paseaba por la galería de los cadáveres cuando se percató que uno de los muros de la pared del fondo estaba orientado hacia la Meca y que éste se encontraba descollado por un gran nicho o mihrab que conservaba aún en todo su esplendor la suntuosa decoración de las construcciones bizantinas. Junto al mihrab, a la derecha, aún quedaban los restos de mampostería de lo que pudo haber sido el púlpito y más adelante una escalera aún ricamente ornamentada conducía a un podio cubierto por un baldaquín de tejado cónico.

El Magister solía permanecer largo rato en la sala de oración sentado frente a la pared ornamentada con mosaicos de cerámica de vivos colores dorados, azules, terracota y ocres, cuyos motivos geométricos y texturas se repetían hasta el infinito trenzándose en una gran variedad de formas sobre la abigarrada superficie, donde el fenómeno de horror vacui creaba una apariencia estupendamente armoniosa. Meditaba el buen hombre frente al muro alguna reflexión en el instante mismo en el que un mosaico se desprendió de la pared haciendo un ruido inesperado que le hizo fijar su atención en un punto específico de la maraña de cruces y estrellas entrelazadas.

Torpemente Corella se aproximó al muro y observó que la gran profusión de líneas sobre la superficie camuflajeaba perfectamente una grieta irregular que ascendía hasta la altura de un hombre. Un pretil de hierro fundido con motivos vegetales corría a todo lo largo en la parte inferior de la pared, y a unos centímetros del lugar donde había caído el fragmento policromo, el anciano descubrió un grueso anillo móvil sujeto a una varilla que penetraba en un punto específico del muro, con gran sagacidad el viejo observó que la argolla abrazaba exprofeso un par de ramas retorcidas de la vid de hierro. Prinio Corella forcejeó un rato hasta que logró zafar el anillo de metal. Seguidamente y de forma estrepitosa un burdo mecanismo deslizó abruptamente hacia atrás una puerta corrediza dejando al descubierto un pasadizo que bajaba algo más de tres metros del nivel del piso.

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ESPACIO INERTE

Golpean las olas del mar el acantilado de mis recuerdos, azul paisaje de húmeda franja que a lo lejos, en el horizonte, se ...